La cosa semáforo no carece de poesía: es un lugar donde los hombres, en medio de una agonía de ojos muy abiertos, encienden fuegos del color de la sangre y del agua del mar para salvar a otros hombres de la muerte.
No hay un tema que no sea interesante. Lo
único que puede haber es personas desinteresadas. Necesitamos con urgencia una
defensa de los que aburren. Cuando Byron dividió a la humanidad entre los aburridores
y los que se aburren, le faltó notar que las cualidades más elevadas están en
el lado de los primeros y las bajas del lado de los que se aburren, entre los
que él mismo se contaba. El aburridor, con su entusiasmo rutilante y su solemne
alegría, ha demostrado que es poético. El que se aburre demostró que era
prosaico.
Es posible que nos parezca una molestia
contar todas las hojas de hierba o todas las hojas de los árboles; pero esto no
se debe a nuestra audacia o nuestra alegría de espíritu, sino a nuestra
carencia de esos atributos. El aburridor seguirá adelante, con audacia y
alegría, y le parecerá que las hojas de hierba son tan espléndidas como las
espadas de un ejército. El aburridor es más fuerte y más dichoso que nosotros; es
un semidiós —no, es un dios. Porque los dioses son los que no se cansan de la
repetición de las cosas; para ellos el anochecer es siempre nuevo, y la última
rosa es tan roja como la primera.
El sentimiento de que todo es poético es algo
sólido y absoluto; no es solo un asunto de fraseología o de persuasión. No solo es cierto, sino verificable. Se puede retar a los hombres a que lo nieguen,
a que mencionen algo que no sea material poético. Recuerdo que hace mucho un subeditor
sensible se me acercó con un libro cuyo título era “El señor Smith” o “La
familia Smith” o algo por el estilo. Me dijo: “Te aseguro que no encontrarás aquí
nada de tu maldito misticismo”. Me satisface haber demostrado que estaba
equivocado; pero la victoria fue muy fácil y obvia. En la mayoría de los casos
el nombre no es poético, pero el hecho es poético. En el caso de Smith (Nota del traductor: “Smith”, cuya traducción
es “Herrero”, suele usarse como ejemplo de apellido muy común, como Pérez o García
en español), el nombre es tan poético que debe ser un asunto arduo y
heroico que un hombre pueda vivir a su altura. Smith es el nombre del único
oficio que hasta los reyes respetaban. Puede reclamar para sí la mitad de la
gloria de ese canto de las armas, el arma
virumque de los poemas épicos. El espíritu de la herrería es tan cercano al
espíritu del canto que se ha mezclado con millones de poemas, y todo herrero es
un armonioso herrero.
Incluso los niños del pueblo sienten de
manera vaga que el herrero es poético, como no llegan a serlo el verdulero y el
zapatero, cuando se regodea en esa danza de chispas y golpes ensordecedores en
la caverna de esa violencia creativa. El reposo crudo de la naturaleza, la
astucia apasionada del hombre, el más fuerte de los metales terrenales, el más
raro de los elementos, el hierro inconquistable subyugado por su único conquistador,
la rueda y el arado, la espada y el martillo, la disposición de los ejércitos y
toda la leyenda de las armas, todas estas cosas están escritas, ciertamente con
brevedad, pero de manera claramente legible, en la tarjeta de visita de Mr.
Smith. Y sin embargo nuestros novelistas llaman a su héroe "Aylmer Valence",
que no significa nada, o "Vernon Raymond", que tampoco significa nada,
cuando podrían haberle dado el sagrado nombre de Smith —un nombre hecho de
hierro y de llamas. Sería muy natural que cierta altivez, cierta actitud de la
cabeza, cierto doblez de labios distinguieran a todos los que llevan el nombre
de Smith. Tal vez lo hacen; confío en que es así. Todos los demás son
advenedizos, pero los Smith nunca lo son. Desde el más oscuro amanecer de la
historia este clan ha avanzado hacia la batalla; sus trofeos están en todas las
manos; su nombre está en todos lados; es más antiguo que todas las naciones, y
su símbolo es el martillo de Thor. Pero, como también lo señalé,
no suele ser así. Es común
que las cosas comunes sean poéticas; pero no es tan común que los nombres comunes
sean poéticos. En la mayoría de los casos, el nombre es el obstáculo. Muchas
personas hablan como si esta declaración nuestra, la de que todas las cosas son
poéticas, fuera solo un asunto de ingenio literario, un juego de palabras. Pero es todo lo contrario. La idea de que algunas cosas no son poéticas es el
verdadero juego de palabras, lo verdaderamente literario, La palabra semáforo
no tiene nada de poético. Pero la cosa semáforo no carece de poesía: es un
lugar donde los hombres, en medio de una agonía de ojos muy abiertos, encienden
fuegos del color de la sangre y del agua del mar para salvar a otros hombres de
la muerte. Esa es la simple y genuina descripción de un semáforo. La prosa solo
aparece con la manera como se le denomina. La palabra buzón no tiene
nada de poética. Pero
la cosa buzón no carece de poesía: es el espacio al que amigos y amantes le confían sus mensajes, conscientes de que cuando lo hagan serán sagrados, y no
podrán ser tocados, no solo por otros, sino también (¡toque sagrado!) por quien
acaba de depositarlo. Esa torrecita roja es uno
de los últimos templos. Poner
una carta y casarse están entre las pocas cosas enteramente románticas que
quedan; porque para ser romántica una cosa debe ser irrevocable. Pensamos que
un buzón es prosaico, porque no hay con qué hacerle rima. Pensamos que un buzón
es prosaico porque nunca lo hemos visto en un poema. Pero los hechos
contundentes se inclinan del lado de la poesía. Un semáforo solo recibe el
nombre de semáforo, pero es un lugar de vida o muerte. Un buzón solo recibe el
nombre de buzón, pero es un santuario de las palabras humanas. Si piensas que
el nombre "Smith" es prosaico, no se debe a que seas práctico y
sensible; se debe a que te encuentras muy afectado por refinamientos literarios.
El nombre grita en tu rostro la palabra poesía. Si piensas de otro modo, se debe a que estás
impregnado y saturado con reminiscencias verbales, porque recuerdas todo lo que
se ha escrito en revistas sobre Mr. Smith borracho o Mr. Smith recibiendo
cantaleta. Todas estas cosas te fueron concedidas con poesía. Solo ha sido a
través de un largo y elaborado esfuerzo literario que has conseguido hacer que
sean prosaicas.
De “Sobre Mr. Kipling y la manera de
empequeñecer el mundo”, en Herejes.
No comments:
Post a Comment